viernes, mayo 18, 2018

Música de cámara: la hora de la verdad

El Mercurio

Por Jaime Donoso A.

La música de cámara es el más exigente desafío para los intérpretes. Es enfrentar la hora de la verdad: no hay director, todos son solistas, están igualmente expuestos y el reto es lograr el óptimo desempeño individual, pero integrado en un conjunto armónico. No hay distractores: solo debe reinar la música, en su condición más pura.

El martes, en el GAM, se inauguró el Ciclo de Cámara del Instituto de Música de la UC. Oriana Silva, violín; Liza Chung, piano, y Martin Osten, chelo, brindaron un programa rotulado "Obras tardías" con composiciones de Mozart y Debussy.

El término "tardío" evoca la premonición de un final y se quisiera buscar y encontrar en las obras "tardías" una síntesis del trabajo de toda una vida, teniendo en cuenta que muchas veces los compositores buscan una conciliación con sus propuestas del pasado, suavizando posturas radicales (fue el caso de Bartók, por ejemplo, y del propio Schoenberg). Más sencillo es declarar como "tardías" las obras escritas en los últimos años de una vida creativa. En el programa figuraron la Sonata para violín y piano K.V. 526, de Mozart, escrita cuatro años antes de su prematura muerte; del mismo autor, el Trío para violín, piano y chelo, K.V. 548, compuesto dos años antes de su muerte, y la Sonata para violín y piano de Debussy, creada en 1917, un año antes de la muerte del compositor.

La interpretación tuvo un nivel muy alto y cada músico reveló sus grandes cualidades. Solo en la Sonata K. 526 los resultados no fueron tan halagüeños, pero por causas externas. Se optó por abrir completamente la tapa del piano, lo que empañó la pureza de las filigranas mozartianas. El piano de Mozart, en volumen y timbre, era muy diferente a un piano actual de conciertos, y al usar un piano moderno se debe intentar minimizar al máximo su avasalladora presencia.

La incorporación de Osten en el Trío K.V. 548 fue un gran aporte. A pesar de que la escritura, con excepción de un par de pasajes, no le permite al chelo ningún lucimiento, la virtud del intérprete fue conferir pleno sentido a cada nota del bajo haciendo gala de una estupenda musicalidad.

La Sonata de Debussy fue ejemplar. Permitió apreciar la finura del sonido de Oriana Silva y el toque diáfano y enérgico de Liza Chung. La obra, con sus caprichos y veleidades, contradice las propias palabras de Debussy: "Este es un ejemplo de lo que puede producir un hombre enfermo en tiempos de guerra".

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