sábado, mayo 12, 2018

Cuánto nos conocen los algoritmos como para definir qué nos gusta

El Mercurio

Las redes sociales y los servicios de música y películas aprenden a diario de los usuarios y eligen según sus intereses. Pero si estos consumen siempre de lo mismo, que es lo que el sistema ofrece, ¿es posible que el horizonte de cada persona se vea reducido únicamente a lo que los algoritmos le sugieren? 

Por Lorena Guzmán H.

Desea ver una película y Netflix le recomienda una, mientras que al día siguiente Spotify le sugiere una lista basada en sus preferencias previstas. Facebook, por su parte, destaca en su muro noticias de un mundo que abarca solo lo que se ajusta a lo que a usted y a sus amigos les interesa.

La vida facilitada, o tal vez no.

Todas esas sugerencias son hechas por los algoritmos de predicción, los que determinan lo que cada usuario prefiere y lo que no. El problema es que si ellos son los únicos encargados de ofrecer contenido según los gustos personales, de a poco la diversidad de cosas a las que estará expuesto disminuirá. ¿Los algoritmos terminarán definiendo nuestro mundo? Sí y no.

Un número más

Cada vez que se pone play a una película, el algoritmo registra esa información. Con ello construye el historial de preferencias de una persona, el primer insumo para proponer la siguiente película. Luego, y con esos datos, el algoritmo agrupa a todos quienes tienen un comportamiento similar, como por ejemplo, los que prefieren los filmes del universo Marvel. Pero si, además, a una de esas personas le gusta la serie "La casa de papel", también será parte de otro subgrupo o nodo. Así, el algoritmo identifica un perfil -a partir de las preferencias que lo hacen parte de distintos nodos- y genera las sugerencias, explica Werner Creixell, profesor de ingeniería telemática de la Universidad Técnica Federico Santa María.

"Cada nueva elección queda registrada y el algoritmo la usa para ajustar las recomendaciones", explica Martín Gutiérrez, académico de la Escuela de Informática y Telecomunicaciones de la Universidad Diego Portales. Durante los últimos 5 o 10 años, todo ese proceso ha significado una cantidad de información acumulada tal, que el trabajo de los algoritmos se ha complejizado enormemente, agrega.

De esta forma, hoy el algoritmo toma sus decisiones de recomendación en base a lo que aprende de las elecciones, en su conjunto, de todas las personas, agrega Jorge Pérez, investigador del Instituto Milenio en Fundamentos de los Datos y académico de Computación de la Universidad de Chile.

"Cómo el algoritmo toma la decisión de recomendar determinada película es una caja negra, tanto para la empresa como para nosotros", agrega. Como el modelo va aprendiendo por sí mismo, es muy difícil entrar en ese proceso.

Ya sea por esto o por cómo se ha planteado el negocio de las compañías que usan los algoritmos de predicción, hay quienes aseguran que dejar el poder de elección solo a esta herramienta podría restringir el horizonte de información y entretención a la que una persona está expuesta. En otras palabras, todo lo que no se ajusta al perfil que se le ha asignado -por sus elecciones previas- queda fuera.

"Esto reduce de forma bastante importante la posibilidad de hallazgos afortunados o de serendipia", opina Werner Creixell. Antes, al ojear una revista la persona leía solo lo que le interesaba, pero para llegar a ello tenía que pasar por todos los artículos. Así, estaba expuesta a cosas que potencialmente podrían llamar su atención, pero con los algoritmos esas oportunidades prácticamente han desaparecido.

Espacio para el "error"

Dicho lo anterior, hay que considerar que los algoritmos tienen cierta "holgura" en lo que proponen, agrega el experto. Por ello, por ejemplo, a veces aparece una película que no se ajusta a nuestros gustos o un músico que nunca ha estado en nuestra lista de canciones. "Esto tiene que ver con un concepto más amplio de Inteligencia Artificial; al generalizar (ajustar los perfiles) con mayor cantidad de información, es más posible que las recomendaciones no concuerden con tanta precisión", explica.

Considerando todo lo anterior, la solución podría estar en dos algoritmos corriendo en paralelo. Uno que efectivamente haga propuestas ajustadas al perfil y otro que recomiende cosas totalmente nuevas para la persona. "No es una solución fácil, pero se podría hacer", dice Martín Gutiérrez.

En este contexto, el caso de Facebook es aún más crítico, opina Werner Creixell. "La riqueza de los datos es enormemente superior -noticias, fotos, contactos, preferencias, entre otros-, por lo que las sugerencias son mucho más finas", dice. El problema es cuando esa cantidad de información, sumada a algunas prácticas no tan transparentes, permiten que el conocimiento sobre la personas sobrepase incluso lo que ella misma accedió a entregar.

Otro tanto pasa con Google, donde la riqueza del resultado de las búsquedas varía enormemente, dependiendo del idioma. Una prueba es buscar lo mismo en español y en inglés. Es altamente probable que la segunda búsqueda sea mucho más prolífica.

Acá la regulación es vital, coinciden los especialistas, y es algo que todavía ningún país tiene del todo resuelto. Facebook y Cambridge Analytics es el mejor ejemplo de ello.

El lado luminoso

Por otro lado, no todo es necesariamente negativo, opina Creixell. "Se tiende a ver el lado más oscuro, pero también existe uno luminoso, donde el uso de algoritmos puede ayudar a entender el comportamiento de la ciudad, por ejemplo, y a salvar vidas en evacuaciones", dice.

También hay otra forma de ver el fenómeno, dice Jorge Pérez. "Es una ilusión el que esta sea la única forma de comunicarnos o de entretenernos", opina. Hacer búsquedas en otros buscadores o en modo incógnito, ver películas en internet o consumir noticias de sitios distintos pueden reemplazar los canales más conocidos y abrirnos el horizonte.



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